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Santa Rosa

Cada 15 días deja la cárcel y viaja 600 km para jugar

HISTORIAS DEL FUTBOL NUESTRO: GASTON LEZCANO, «PRESO» DE SU PASION

«¿Ese es Gastón Lezcano?», se escuchó preguntar cuando Atlético Santa Rosa salía a la cancha para jugar el clásico ante General Belgrano. Con la «8» en la espalda, el Narigón pisó el Mateo Calderón después de un largo tiempo y no pasó desapercibido.
Con su habitual despliegue e inteligencia para jugar rápido o cuidar la pelota -dependiendo de las necesidades-, el hoy mediocampista fue uno de los puntos más altos del Albo en el triunfo 3-0 sobre General Belgrano por la decimotercera fecha de la Zona Norte de la Liga Cultural de fútbol.
El regreso del Narigón desde hace un par de partidos (ya había estado ante Independiente de Doblas y Deportivo Mac Allister, en ambas ocasiones como visitante), como también el de Brian Ramírez (volvió luego de jugar el Regional Amateur para All Boys), le dieron un salto de calidad al equipo dirigido por Mauricio Villegas, que se recuperó en este tramo del torneo luego de un mal inicio y se anima a pelear por cosas importantes.
El caso de Lezcano, igualmente, es un tanto particular, y los hinchas que se anoticiaron de su regreso tendrán que manejar sus ilusiones porque no podrán verlo todos los domingos. ¿El motivo? Vive, por cuestiones de trabajo, a casi 600 kilómetros de Santa Rosa, y sólo consigue permiso para estar en algunos partidos.

Preso de su pasión.
Gastón Lezcano es uno de los jóvenes valores que le dieron a Atlético Santa Rosa, allá por 2010, su último título de la Liga Cultural. Los hinchas del Albo aún recuerdan el gol del Narigón que abrió el partido decisivo del Mayor de ese año ante Club Darregueira (el final fue 2-1), y que le permitió al club coronarse campeón luego de siete temporadas (su última vez había sido en 2003), con el adicional de conseguirlo apenas un año después de lograr el ascenso de categoría.
Lezcano no había hecho inferiores en el club, pero dio allí sus primeros pasos en Primera y fue adoptado como un «albo» más. Luego tuvo pasos por distintos clubes, entre ellos General Belgrano, y cada vez que volvió a Santa Rosa fue recibido de una manera especial.
Pero esta vez la situación es particularmente diferente, porque estaba retirado de la actividad oficial debido a sus compromisos laborales fuera de la provincia: hace dos años trabaja para el Servicio Penitenciario Federal (SPF) en la unidad ubicada en Senillosa, Neuquén.
El fútbol, entonces, tuvo que quedar a un lado, aunque no del todo. El particular régimen horario de los penitenciarios le impidió continuar con su carrera, pero nunca dejó de entrenarse de manera particular, pensando en un posible traslado a una unidad carcelaria de Santa Rosa que también le permitiera volver a las canchas.
Ese cambio de penitenciaría por ahora no llegó, pero igualmente, a los 32 años y a pesar de la distancia, tomó la decisión de volver a jugar. «Preso» de su amor por el fútbol, Lezcano consiguió los permisos necesarios para viajar cada vez que el régimen ’12×36′ se lo permite, y cuando es así -y además logra coordinar algunos cambios de guardia con sus compañeros-, transita los 580 kilómetros que separan Senillosa de Santa Rosa para ponerse la camiseta del Albo.
«Cada 15 días me queda un domingo libre y me vengo», explicó Gastón antes de dejar el Mateo Calderón. «Es una pena que el domingo que viene no puedo estar», agregó apenado. «La verdad es que extrañaba mucho esto de jugar al fútbol», cerró.

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