Bariloche
La increíble historia que unió el fútbol con las cenizas y la rabona que emocionó a un estadio
Y un lujoso e inigualable broche de oro. “Vi gente que lloraba”, recordó Leopoldo Cisneros luego de anotar el tercer gol de “rabona”.
Hace 7 años la ciudad atravesaba la imborrable experiencia de vivir entre las cenizas luego de la erupción del volcán Puyehue. La vida cotidiana debió adaptarse a una escenografía que trajo complicaciones, y también grandes aprendizajes. En el deporte se recuerda un episodio asociado a una trama futbolística dramática en un contexto muy particular y con un final tan bello como inspirador. Sucedió el 19 de junio de 2011.
Además de la ceniza que despertó una preocupación unánime, la gente de Cruz del Sur debía afrontar un repechaje para evitar el descenso. El rival fue San Jorge de Tucumán. En el primer partido, en el Jardín de la República, el equipo barilochense había caído derrotado por 3 a 2. El breve margen era auspicioso para aprovechar en el Estadio Municipal. Pero el Estadio estaba cubierto de, aproximadamente, 10 centímetros de arena volcánica.
“Había que sacarla, no había opción. Sino teníamos que ir jugar a Esquel o Neuquén. Se hizo una movida muy importante con empleados municipales, dirigentes de clubes, hinchas. Todos con palas, escobas, para sacar la arena y quedó impecable”, recordó el técnico de Cruz del Sur en aquel momento -y hoy-, Marcelo Muena, en el documental Semblanzas del Fútbol de Bariloche. Después de un esfuerzo inmenso de palas, interminables rastrillos y carretillas, la cancha quedó en condiciones para afrontar un partido cargado de nervios y tensiones. El verde del césped asomó entre tanto gris uniforme.
Gustavo Ramírez y Martín Ascencio volcaron tranquilidad en el Estadio Municipal que festejaba. El 2 a 0 permitía que Cruz del Sur siguiera su vida en el Federal B. “Había gente de todos los colores apoyando al equipo, nunca vi tanta gente”, destacó Muena. Y el desenlace de esta historia tuvo, además, una joya que nadie podrá olvidar.
El delantero Leopoldo Cisneros volvía al equipo después de un semestre con pocas apariciones debido a las molestas lesiones. Compartió dupla con Nicolás Gasperoni frente al equipo tucumano. Y tuvo la oportunidad de cerrar el partido y quedar en la historia con un gol imborrable. Encaró decidido y a un par de metros del área grande, eludió con rápidos amagues al marcador que llegaba a cruzarlo, y remató de “rabona” un disparo que se incrustó en el ángulo rival. El público estalló de alegría por el gol y por la grandiosa belleza que permitía el desahogo ante la compleja vida grisácea de los últimos días.
“Me acuerdo de que la gente lloraba. Era la alegría ante todo lo malo que venía pasando”, recordó Leopoldo Cisneros en Semblanzas. Fue también el regalo para su padre que seguía el desarrollo futbolístico de su hijo desde Rosario. “Cada vez que lo llamaba, mi viejo siempre me preguntaba si había hecho un gol de rabona. Había hecho pases, centros, pero nunca un gol”, dijo, y con su característica humildad aclaró: “hubiera hecho un papelón si le pegaba de zurda”.
Ese gol fue el cierre de un esfuerzo mayúsculo para lograr un cometido deportivo. Una historia de bellezas entre las cenizas del paraíso.
Fuente: El Cordillerano