Pehuajo
La historia de Caniggia y Juventud Unida, el club de Henderson que lo vio crecer y que lo espera con las puertas abiertas
Para muchos de los habitantes del pueblo, Caniggia no es el famoso “pájaro”: es Yayi, y los recuerdos de ese pibito de 11 años que hacia la diferencia con velocidad sónica, se unen con las jugadas legendarias del mejor socio de Maradona. Los recuerdos y el sueño de volverlo a ver con la camiseta que lo vio a armar incontables estelas de polvo.
Para muchos de los habitantes del pueblo, Caniggia no es el famoso “pájaro”: es Yayi, y los recuerdos de ese pibito de 11 años que hacia la diferencia con velocidad sónica, se unen con las jugadas legendarias del mejor socio de Maradona. Los recuerdos y el sueño de volverlo a ver con la camiseta que lo vio a armar incontables estelas de polvo.
“Yo no es que fuera un hombre de campo, pero prácticamente crecí en un pueblo chiquito, de unas siete mil personas y lo que tenía ahí era el campo a 30 metros de mi casa y desde que tuve 5 años, me pase ahí todo el día”. Las palabras pertenecen al mejor socio futbolístico que tuvo Diego Maradona y hacen referencia a Henderson, la ciudad cabecera del partido de Hipólito Yrigoyen en el oeste bonaerense, que vio a crecer al dueño de estas declaraciones: Claudio Paul Caniggia, más conocido como el pájaro o, como lo bautizó un relator, el hijo del viento.
La carrera del hombre que parece no envejecer, tiene algunas particularidades típicas del fútbol de finales de los 80 y principios de los 90, cuando los jugadores estrella no iban a los poderosos de Europa sino que optaban por otras opciones por el famoso cupo de extranjeros. El propio Caniggia lo recuerda y dice: “A veces me dicen que podía haber jugado en equipos más fuertes y es verdad, pero fue así porque el fútbol era distinto, los cupos de extranjeros lo complicaban todo. Mirá al brasileño Junior, fue al Pescara y al Torino. Enzo Francescoli, uno de los mejores jugadores que he visto, fue al Cagliari. Toninho Cerezo, a la Sampdoria. Zico, al Udinese. Maradona no fue ni al Milan ni al Inter ni a la Juventus, sino al Nápoles, que el primer año peleaba en mitad de la tabla. Gica Hagi, al Brescia. Ramón Díaz, uno de los mejores delanteros que vi en mi vida, ¡al Avellino fue!”.
Sin embargo el delantero de la melena dorada, que pone a Bilardo sobre cualquier técnico (“yo aprendí todo de él”), ya llamaba la atención desde sus gurrumines años de jugador de Juventud. Osvaldo Gorjon es dirigente y pro tesorero del club. Hace memoria para Infocielo y devela un apodo globalmente desconocido de Cani: Yayi, del que recuerda: “Habrá jugado unos pocos partidos en la 1ra división del club. Lo que sí recuerdo que vivía cerca de mí casa y que era un atleta impresionante, 100, 400, 800 metros, imbatible en los intercolegiales, era bueno a lo que jugaba, desde ping pong hasta lo que quieras. De fútbol ni hablar, por algo es de los 3 o 4 históricos con la de la Selección”, rememora
Entre las fotos de aquel Yayi surgen los lazos con el Caniggia de hoy. El presidente del Club, Luis Martín, ha logrado poner el primer ladrillo del puente que une a la leyenda con el equipo que lo vio dejar surcos en las polvorientas canchas de las ligas zonales: “A nosotros, los futboleros, nos vuelve locos la idea de verlo un día en la cancha”, cuenta quien está hace cuatro años a cargo del club y le pone el cuerpo, el alma y el bolsillo junto con otros 10 miembros de la Comisión.
Las redes sociales jugaron un papel clave para este acercamiento. Pese a que Cani mantiene amistades de aquellos años, Martín cuenta que el operativo digital hizo su parte. “El contacto surgió desde las redes, todos los días le mandaba mensajes hasta que un día contestó. ¿Quién será ese loco? habrá dicho. No lo podía creer. Se lo conté a la Comisión y se reían y un día me llega un audio y era la voz de él”.
Para entender la magnitud del impacto emocional que puede generar semejante contacto solo hay que prestar atención a la descripción del presidente: “Me sentía como si estuviese gambeteando yo a los brasileros. Para mí ya había hecho todo lo que podía hacer por el club”, cuenta con entusiasmo quien lleva, en conjunto con sus pares, todo tipo de tareas para sostener a este club que tiene 120 socios activos y da pelea en la Liga de Pehuajó.
La pandemia generada por el Covid 19 sirvió también para reforzar el vínculo entre la leyenda y el cub que honra la memoria de Demetrio Hernández en la entrada de su predio. Caniggia envió un mensaje concientizador para el Facebook oficial de Juventud Unida que ya tiene todo preparado para el día que el 7 bravo quiera regresar: “Nosotros tenemos el deseo de que pise la cancha o juegue un partido de la Copa de Campeones, que venga a jugar 10 minutos. Que salga del túnel, salude y con eso ya está”, fantasea el presidente, y agrega: “La idea es alcanzarle la remera de la época en que él jugaba y una de ahora, esperamos que pueda venir en cualquier momento. Le haría muy bien al club y a la gente que lo vio nacer acá, en esta cancha”.
Para muchos de los habitantes del pueblo, Caniggia no es el famoso “pájaro”: es Yayi, y los recuerdos de ese pibito de 11 años que hacia la diferencia con velocidad sónica, se unen con las jugadas legendarias del mejor socio de Maradona. Los recuerdos y el sueño de volverlo a ver con la camiseta que lo vio a armar incontables estelas de polvo.
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“Yo no es que fuera un hombre de campo, pero prácticamente crecí en un pueblo chiquito, de unas siete mil personas y lo que tenía ahí era el campo a 30 metros de mi casa y desde que tuve 5 años, me pase ahí todo el día”. Las palabras pertenecen al mejor socio futbolístico que tuvo Diego Maradona y hacen referencia a Henderson, la ciudad cabecera del partido de Hipólito Yrigoyen en el oeste bonaerense, que vio a crecer al dueño de estas declaraciones: Claudio Paul Caniggia, más conocido como el pájaro o, como lo bautizó un relator, el hijo del viento.
La carrera del hombre que parece no envejecer, tiene algunas particularidades típicas del fútbol de finales de los 80 y principios de los 90, cuando los jugadores estrella no iban a los poderosos de Europa sino que optaban por otras opciones por el famoso cupo de extranjeros. El propio Caniggia lo recuerda y dice: “A veces me dicen que podía haber jugado en equipos más fuertes y es verdad, pero fue así porque el fútbol era distinto, los cupos de extranjeros lo complicaban todo. Mirá al brasileño Junior, fue al Pescara y al Torino. Enzo Francescoli, uno de los mejores jugadores que he visto, fue al Cagliari. Toninho Cerezo, a la Sampdoria. Zico, al Udinese. Maradona no fue ni al Milan ni al Inter ni a la Juventus, sino al Nápoles, que el primer año peleaba en mitad de la tabla. Gica Hagi, al Brescia. Ramón Díaz, uno de los mejores delanteros que vi en mi vida, ¡al Avellino fue!”.
Sin embargo el delantero de la melena dorada, que pone a Bilardo sobre cualquier técnico (“yo aprendí todo de él”), ya llamaba la atención desde sus gurrumines años de jugador de Juventud. Osvaldo Gorjon es dirigente y pro tesorero del club. Hace memoria para Infocielo y devela un apodo globalmente desconocido de Cani: Yayi, del que recuerda: “Habrá jugado unos pocos partidos en la 1ra división del club. Lo que sí recuerdo que vivía cerca de mí casa y que era un atleta impresionante, 100, 400, 800 metros, imbatible en los intercolegiales, era bueno a lo que jugaba, desde ping pong hasta lo que quieras. De fútbol ni hablar, por algo es de los 3 o 4 históricos con la de la Selección”, rememora.
Entre las fotos de aquel Yayi surgen los lazos con el Caniggia de hoy. El presidente del Club, Luis Martín, ha logrado poner el primer ladrillo del puente que une a la leyenda con el equipo que lo vio dejar surcos en las polvorientas canchas de las ligas zonales: “A nosotros, los futboleros, nos vuelve locos la idea de verlo un día en la cancha”, cuenta quien está hace cuatro años a cargo del club y le pone el cuerpo, el alma y el bolsillo junto con otros 10 miembros de la Comisión.
Las redes sociales jugaron un papel clave para este acercamiento. Pese a que Cani mantiene amistades de aquellos años, Martín cuenta que el operativo digital hizo su parte. “El contacto surgió desde las redes, todos los días le mandaba mensajes hasta que un día contestó. ¿Quién será ese loco? habrá dicho. No lo podía creer. Se lo conté a la Comisión y se reían y un día me llega un audio y era la voz de él”.
Para entender la magnitud del impacto emocional que puede generar semejante contacto solo hay que prestar atención a la descripción del presidente: “Me sentía como si estuviese gambeteando yo a los brasileros. Para mí ya había hecho todo lo que podía hacer por el club”, cuenta con entusiasmo quien lleva, en conjunto con sus pares, todo tipo de tareas para sostener a este club que tiene 120 socios activos y da pelea en la Liga de Pehuajó.
La pandemia generada por el Covid 19 sirvió también para reforzar el vínculo entre la leyenda y el cub que honra la memoria de Demetrio Hernández en la entrada de su predio. Caniggia envió un mensaje concientizador para el Facebook oficial de Juventud Unida que ya tiene todo preparado para el día que el 7 bravo quiera regresar: “Nosotros tenemos el deseo de que pise la cancha o juegue un partido de la Copa de Campeones, que venga a jugar 10 minutos. Que salga del túnel, salude y con eso ya está”, fantasea el presidente, y agrega: “La idea es alcanzarle la remera de la época en que él jugaba y una de ahora, esperamos que pueda venir en cualquier momento. Le haría muy bien al club y a la gente que lo vio nacer acá, en esta cancha”.
Entre esa gente que lo vio nacer está Churche Vicente, alías “el Churchi”, su amigo de la infancia que no sólo tiene el orgullo de conservar la amistad con el ex River y Boca, sino también dos tesoros invaluables para cualquier futbolero: una camiseta de River de un clásico con Boca de los ‘80 y una de la Selección Argentina del Mundial del ´90.
Las historias y los nombres se multiplican como los de los técnicos que lo vieron hacer diferencias escalofriantes con el resto, antes de irse con 11 años del club. Omar Pedernera y el Negro Tolosa eran los entrenadores del joven Claudio Paul, que por entonces jugaba en quinta, pero le hacían lugar en la cuarta cuando faltaban jugadores.
“La pelota iba para donde quería. Era terrible. Pero jugar en potreros lo que te daba era algo diferente a tu fútbol. No solo lo digo yo, ya se ha hablado mucho de esto. En el potrero, a salir con el balón con gente alrededor, a pensar, lo aprendes instintivamente. Luego llegás a un campo de verdad y es un lujo”, contaba Caniggia hace un tiempo en Lanzalabola, recordando sus orígenes.
Juventud Unida fue -es- la segunda casa de Caniggia y también de su padre, y lejos de lo que ocurre ahora en otras instituciones, el club no sacó ningún beneficio económico por su formación futbolística. En la Revista XI se recuerda la salida de Yayi: en aquel momento no se pensó en hacer dinero, sino más bien en no cortarle la carrera a un joven de 14 años. El presidente por entonces era Juan Messina y River vino a llevárselo luego de que haya contactos con Carlos “El Negro” Jaimerena, que era de la peña riverplatense de Henderson.
Jaimerena jugaba al billar con el padre de Caniggia y fue quien lo llevó a River, donde Cani quiso “ser 8 pero por mi velocidad me pusieron de 7”; después es historia conocida. Padre e hijo compartieron la camiseta de Juventud en esa cancha en la que el delantero recuerda que “después pasaban los corderos para quitarles la lana. Nadie quería pasar por esas zonas del campo, si corrías por ahí se te llenaban las medias de espinas; luego, cuando te golpeaba la pelota, se te clavaban. Te llenabas de sangre, era un dolor terrible”.
¿Será el tiempo de animarse a sufrir por unas espinas después de la cantidad de golpes que le dieron en su carrera? ¿Se cumplirá el sueño de verlo entrar por el túnel con la roja y blanca puesta? ¿Se fundirá pronto en un abrazo con su querido Churchi? Estas y otras tantas preguntas salen solas y la velocidad de las respuestas, otra vez, estarán en manos del hijo del viento.
Fuente: Infocielo