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Cordoba

Damián Felicia: salir a buscar trabajo siendo futbolista

Hay épocas del año donde el futbolista vive situaciones de incertidumbre. A Damián Felicia le tocó vivir una de ellas cuando dejó de ser jugador de Talleres.

Por Marcos Villalobo

Especial La Nueva Mañana

“¡Oh, la vida del futbolista!”, se suspira habitualmente. El jugador de fútbol es observado como alguien privilegiado que vive una vida de ensueño. Eso es lo que se suele ver en la TV. Pero “no todo lo que brilla es oro”, dice un viejo refrán; y muchos jugadores en esta época del año, donde hay un mercado de pases abierto, pueden corroborarlo, porque por estos días viven una verdadera odisea.

Entrenando como nunca, con mayor sacrificio, en soledad, esperando un mensaje, un llamado que le diga cuál será su destino deportivo. Espera que a medida que pasa el tiempo se vuelve más cruel y la ansiedad te puede jugar una mala pasada. Porque en el fútbol no todo son contratos millonarios y entrenamientos felices en grandes equipos pensando en las poderosas ligas; hay otro fútbol, de pibes que con su talento y perseverancia construyen sueños, pero que no es tan fácil.

El momento de quedarse sin club y esperar un llamado, un mensaje, es muy duro para el jugador de fútbol. Incertidumbre, dudas, nervios, gastar los ahorros, y no saber cuándo va a ser el próximo sueldo que cobren…

Dialogaba con Damián Felicia, el ex mediocampista que supo ascender con Instituto, y forjó una gran carrera vistiendo varias camisetas, entre ellas las de Talleres, Sportivo Belgrano de San Fracisco, Patronato, Juventud Antoniana, Wilsterman de Bolivia. Pero sobre todo una persona que a donde fue dejó una huella en sus compañeros. Un tipo de Fe. Contaba que semanas atrás charlaba con él y hablábamos de esta época del año en la que el jugador de fútbol suele vivir un tiempo de incertidumbre; y me narró una situación que le pasó a él. La historia comienza cuando finaliza la temporada 2006-2007, después de vestir la casaca “Albiazul”. Desde Talleres le habían comunicado por teléfono que no le iban a renovar el contrato. Fue un golpe duro e inesperado para Felicia.

Él cuenta que en ese momento, tras cortar el teléfono, se quedó mirando a su esposa Lorena, suspiraron y se preguntaron: “¿Y, ahora, qué hacemos?”. Y la respuesta, también, fue a dúo: “Bueno, esperemos algún llamado. Tal vez, nos llaman de algún club y volvemos a tener trabajo”.

Trabajo… Mucha gente aún no entiende que es un trabajo.

Junto a su esposa Lorena, Damián emprendió el viaje sin rumbo fijo,
en busca de un trabajo para sustentar a su famlia. Foto: Gentileza

“Pasaron los días. Nadie llamaba. Las pocas llamadas que había eran de intermediarios que preguntaban cuál era mi condición, y si podían acercar mi nombre a algún técnico específico, o a algún club que estuviera buscando un jugador en mi posición. Continuaron pasando los días. Se hicieron semanas. Y no se concretaba nada”, me relataba Felicia. Y agregaba: “Empezamos a gastarnos los ahorros que guardamos en ese tiempo… ya no había reservas y todos los torneos en Argentina estaban a punto de comenzar”.
Y acá llega la parte más fuerte de la historia. La que no se conoce. La que motiva a narrar esta anécdota, justamente, en esta época del año.

– ¿Y qué hiciste, Damián?
– Una mañana, después de desayunar, estaba con unos apuntes y leí: “A veces en la vida hay que tener una fe violenta, hacer algo que nunca hiciste para obtener resultados que nunca obtuviste”.

– Entonces, ¿qué hiciste? –repregunté.
– Me agarré de esa frase y le dije a mi esposa que prepare el bolso, que nos íbamos a buscar trabajo a otras provincias.

– ¡¿Cómo?!
– Si, armamos el bolso, mi esposa me acompañó, alistamos a nuestras hijas, agarramos los últimos 1300 pesos que nos quedaban, nos subimos arriba del auto y salimos sin un rumbo fijo. Pero con la convicción de que no íbamos a volver a Córdoba sin antes tener un contrato con un club.

En Instituto, Felicia integró el plantel que condujo el DT Juan Amador Sánchez. Foto: Diego Roscop.

Al primer lugar que llegaron fue Rafaela. Fueron hasta el estadio de Ben Hur, estaba justo entrenando el plantel principal, y al término del entrenamiento habló con un ex compañero y le contó la situación. Luego con el DT. El plantel ya estaba armado. No había lugar.

Fueron hasta Atlético. “Cuando llegamos a la puerta nos bajamos, y en ese momento aparece Juan Amador Sánchez, el director técnico del club, que era amigo mío, y al que había tenido en Instituto. Me vio, me dio un abrazo y me hizo una pregunta que fue difícil de contestar, debido a mi orgullo: ‘¿Qué estás haciendo por acá?’. Cómo le explicaba que estaba buscando equipo, que la forma que había encontrado, era ir de club en club, golpeando puertas y esperar hasta que se me abriera una. Pero se lo dije. Le expliqué mi situación y me dijo que su club ya había cerrado todas las incorporaciones pero que si sabía de algún entrenador que necesitara un jugador con mis condiciones, me iba a recomendar”, contaba Felicia.

El día invitaba a pasear, pero Damián y su familia buscaban trabajo. Nada más y nada menos.
Después fueron Sunchales, y él preguntó en Libertad. No había lugar. En Unión. Estaba todo cerrado.

Continuaron viaje. Pasaron por Luján. Hablaron con amigos. Estuvieron dos días allí. El tiempo pasaba, los ahorros se acababan, los clubes cerraban sus planteles, el inicio del torneo se acercaba, y Damián seguía en la ruta… “Iban varios días durmiendo en el auto o donde nos tocara; estirando el dinero a lo que más se pudiera para poder hacer el viaje más largo. No eran horas fáciles. Por supuesto, nos entraba la duda, y a veces nos encontrábamos viajando de noche y sin saber lo que pasaría”, explicaba Felicia. Pero había “Fe violenta”.

La ruta los llevó hasta Mar del Plata. Estuvieron en la casa de una tía. Llamaron a Aldosivi, y la respuesta se repetía: el plantel ya está completo. Se fueron a Tandil, a la casa de unos abuelos. Preguntaron en Santamarina. La misma respuesta.

“Recuerdo que veíamos cualquier club que aparecía como un lugar espectacular para ir a jugar; no nos importaba en qué división, ni cuál era el sueldo. Sólo queríamos tener un club”, narraba el otrora mediocampista derecho.

Por momentos Damián dudaba. ¿Dejaba el fútbol? ¿Buscaba otro tipo de trabajo? Esa duda rápidamente se desvanecía cuando él recordaba el inicio de la historia: “Fe violenta”.

Un día el teléfono que hacía tiempo no sonaba, sonó. Era un dirigente de Patronato de Paraná.

Pasaron un par de días más, donde las horas se hicieron eternas. Hasta que el teléfono que hacía tiempo no sonaba, sonó. Característica desconocida. Felicia atendió. Era un dirigente de Patronato de Paraná. Le contó que el técnico lo quería y que cuanto antes se sumara al plantel, mejor.

La historia la cierra Damián contando: “Cuando se cortó la llamada, miré a Lorena, miré a mis hijas, y les dije que me habían llamado de un club. Los cuatro nos fundimos en un abrazo, llorábamos. ¡No podíamos creer que eso había pasado! Porque justo cuando nuestras fuerzas se estaban acabando, había llegado el ‘bendito’ llamado.

Esa noche nos quedamos hablando hasta tarde con mi esposa, todavía estábamos en Tandil. Hablábamos de lo importante que había sido hacer ese viaje, y que ella en un momento del viaje había sentido el hacer una oración específica, y sintió en su corazón que tenía que orar con un nombre propio. A ella se le había venido el nombre de Juan Amador Sánchez, justo la persona que Dios utilizó para que le hablara al director técnico de Patronato y le contara que yo estaba libre”.

“No quiero decir que ya haya logrado estas cosas ni que ya haya alcanzado la perfección; pero sigo adelante a fin de hacer mía esa perfección para la cual Cristo Jesús primeramente me hizo suyo… Me concentro únicamente en esto: olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús” (Filipenses).

Fuente: https://lmdiario.com.ar

 

 

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